lunes, 3 de mayo de 2010

Razones del fenómeno verde





























AUNQUE EL FENÓMENO

VERDE ES sorpresivo, le sobran razones.

La más evidente es la cultura política colombiana: las mayorías comparten dos odios —a las Farc y a los políticos clientelistas—. Juan Manuel Santos es enemigo de uno y amigo del otro. Por primera vez un candidato presidencial interpreta a las mayorías: Antanas Mockus es enemigo de ambos.

La razón histórica es que Mockus representa una corrección para regresar a la tradición de gobiernos de centro derecha modernizadores, que interrumpió Álvaro Uribe con su ideología de extrema derecha signada por la lógica retardataria de la violencia política. Mockus representa al establecimiento moderno y a las clases medias, mientras que la candidatura de Santos al establecimiento con intereses cercanos a la tierra y al Estado, así como a las capas populares seducidas por el populismo.

Mockus continúa la tradición del pensamiento de Luis Carlos Galán contra la ilegalidad y, por tanto, tiene un papel histórico revolucionario: revocar el pacto de gobernabilidad del establecimiento con la clase política, que se ha hecho demasiado costoso para los intereses de los sectores urbanos del país por los excesos de corrupción, populismo y complicidad con la violencia de los políticos. Esos excesos están contribuyendo a frenar el TLC y el comercio con Venezuela, deteniendo la inversión en infraestructura, promoviendo un modelo de inversión extranjera que propicia la revaluación y golpea las exportaciones. Permiten una voraz reforma agraria regresiva, contribuyen al desempleo y la informalidad protegiendo los beneficios clientelistas de los parafiscales, encarecen y deterioran la calidad de la salud pública y de los servicios estatales con la corrupción. Esa clase política carece de disciplina fiscal, es asistencialista, parroquial y temeraria en materia internacional, se opone al Banco de la República, politiza la justicia y la educación superior, es enemiga de la reforma política y de la Corte Suprema. Promueve la polarización política, debilita la separación entre Iglesia y Estado, y pone sus objetivos por encima de la ley, entre otros defectos insostenibles.

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